sábado, febrero 07, 2015

Lo que ha fracasado de Bolonia y ni nos hemos dado cuenta

Según va pasando el tiempo, va mejorando mi percepción del cambio normativo en la estructura de las enseñanzas universitarias. Reducir la duración de los títulos de grado puede facilitar el acceso a los estudios universitarios a capas sociales con problemas para entrar, ya que se reducen costes directos o costes de oportunidad (1 y 2). Sin embargo, los efectos se verán totalmente modulados por el precio de los estudios, precio con una enorme variabilidad entre comunidades autónomas. También, por el porcentaje de estudiantes que querrán o necesitarán cursar másteres para acceder al empleo, porcentaje que variará según las condiciones del mercado laboral.

No sabemos si nos vemos abocados en breve a un nuevo ciclo de diseño e implantación de planes de estudio. Las opciones van desde una moratoria de dos años, con elecciones generales de por medio, hasta nuevos grados de 180 créditos ya el próximo curso. En el caso de tener que verificar cientos de títulos en la ANECA, la burocracia volverá a comerse a la universidad y los esfuerzos se nos irán en satisfacer a una agencia más amante de la palabrería que del sentido.

Pero hoy quería comentar tres ideas que la discusión en estos días sobre la nueva ley me ha despertado.

No todo suma cinco y la negativa a la movilidad.
Hay quien comenta que el cambio va a ser muy menor, porque un 3+2 o un 4+1 son lo mismo. Precios públicos aparte, la ley señala que los títulos serán un (3 o 4)+(1 o 2). Por tanto, la combinación de grado y máster podrá alcanzarse estudiando desde 240 créditos hasta 360 créditos. Asumimos que siempre estaremos hablando de cinco años, creo, por dos motivos. Primero, porque imaginamos que si algunas universidades o algunos grados van a 180 créditos, el resto habrán de seguirle. Volveré a ello en el último punto.

Segundo, porque tenemos bastante asumida la idea de que los estudiantes van a cursar el máster en la misma universidad donde completaron su grado. En estos casos, sí que será lo más probable que la suma sea constante y de 300 créditos o cinco cursos. Pero no hay razón de peso para hacer todo el itinerario universitario en el mismo centro.

Una de las ideas motrices del Espacio Europea de Educación Superior fue el facilitar la movilidad internacional de los estudiantes. En España, la costumbre es estudiar en la universidad que más cerca está de nuestra casa y que oferta aquellos estudios que deseamos. O, según y como, ajustar lo que queremos estudiar a lo que se oferta en la universidad de nuestra provincia.

Tenemos un serio problema de apertura a la movilidad. Esto se ve potenciado por la percepción irreal de homogeneidad en la calidad universitaria. Asumimos que dos másteres que comperten nombre en dos universidades distintas comparten también calidad docente y opciones profesionales. La habitual negativa de las universidad públicas hacia la publicidad y el escaso trabajo en la captación de estudiantes e imagen social contribuyen. Luego, si todos los másteres son iguales, ¿por qué no seguir estudiando donde ya empecé?

El fracaso del aprendizaje a lo largo de toda la vida o los másteres no iban a ser solo esto.
Los conocimientos cada vez caducan más rápidamente. Por ello, desde la universidad hemos de asumir dos funciones clave si queremos mantener nuestro papel como fuente de conocimiento. Primero, en los estudios de grado hemos de potenciar la capacidad para la renovación, el aprender a aprender y la conciencia de caducidad del saber. Segundo, hemos de concebir los másteres como la vía de actualización de conocimientos.

Ahora mismo los másteres son, exclusivamente, el modo de especialización tras el grado, dirigidos a estudiantes sin experiencia profesional. Los másteres y toda la formación posterior al grado que se ofrece desde la universidades queda cerrada a profesionales que desean renovarse. No facilitamos horarios para ellos ni los contenidos se plantean pensando en ellos. Pensamos nuestros másteres para personas de unos 21 o 22 años, en general.

Desde luego, así se llenan, más ahora con las tasas de paro juvenil tan altas. Pero estamos escamoteando nuestra funcional social como lugar de acumulación y difusión del conocimiento. Y estamos perdiendo la riqueza y el aire fresco que aportaría abrir las aulas a profesionales.

Tenemos miedo a la libertad y a la variabilidad.
Un motivo de indignación común ante la nueva configuración de las enseñanzas universitarias es la posibilidad de que no todos los grados o másteres sean de la misma duración, el (3 o 4)+(1 o 2). Parece que el que haya graduados que hayan estudiado una cantidad diferente de años sea el fin del mundo. Aquí nos falla, primero de todo, la memoria.

Cuando la unidad de medida de los planes de estudio eran las asignaturas, no los créditos, la mayor parte de las licenciaturas eran de cinco años. Cuando se pasó a créditos, a mediadios de los años noventa, pasamos a poder ser licenciados con enseñanzas de cuatro años. En algunas universidades, el plan de estudios era de 300 créditos (el mínimo fijado por ley), mientras que en otras se iba hasta los 340 créditos (Psicología en la Complutense, por ejemplo). Después, viendo que en cuatro años los estudios quedaban demasiado ajustado, bastantes licenciaturas volvieron a ser de cinco años. Para pasar, hace poco, a grados de cuatro años. Y todos estos títulos tienen, legamente, los mismos efectos. Y el país no ha explotado por ello.

También parece que la tenemos un miedo atroz a que cada universidad pueda decidir, dentro de unos ciertos límites, en qué posición de la horquilla se sitúa. Asumimos, como decía antes, que si alguna universidad o grado se va a los 180, todos habremos de seguirle detrás. Y en nuestra imaginación, las primeras en irse a los 180 son las malvadas universidades privadas. Esto implica que entendemos que el mercado laboral es insensible a un año adicional de formación. Que tal vez lo sea, pero, en tal caso, tendríamos que reflexionar seriamente sobre ello y el decreto de Wert sería el menor de los problemas de la universidad española.

Si creemos que hay que saber buscar el balance entre formación y duración, y que ese punto no está del todo claro, ni  ha de ser igual para todas las titulaciones ni en todos los momentos, la varianza es una bendición. La variabilidad permite la experimentación. Si la Universidad de Navalperalete ofrece estudios de tres años y se queda sin alumnos (o con egresados incolocables en el mercado laboral), estaremos aprendiendo y, la verdad, tendremos mucho que agradecerle a esa universidad. También si es el centro que, probando, detecta que tres años ya son suficientes.

Desde las universidades hemos reclamado repetidas veces una mayor autonomía (sin rendición de cuentas, a poder ser). Ahora que nos la conceden, nos asustamos y nos amargamos por la libertad concedida.

2 comentarios:

  1. Es absurdo hacer un master si no se tiene ninguna experiencia profesional, excepto que ese master sirva para llenar horario de profesores y seguir dando lo que no se ha podido en el grado.excepto que sea para reclutar tesinandos universitarios que harán Tesis en las que no están interesados ni sus propios colegas de departamento. Las lecturas de algunas tesis de Didactica a las que he asistido lo demuestran , no va nadie a ver que investigan sus colegas, menos a las de otras áreas. Ni un solo alumno, familiares, amigos y directores y colaboradores, es impresentable, menos audiencia que la misa en Tv. En aEuskadi mas del 15 % van a hacer un ciclo superior de FP para saber hacer algo que incremente su empleabilidad. No es un problema de 3+2 o 4+1, lo apuntas perfectamente.cuando la OCDE cocerte su PISA universitario, algun@s van a temblar. En Magisterio ya les han sacado "los colores":TEDS-M (IEA) informe español INEE. Un saludo, se te lee con agrado.

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    1. Muchas gracias por el comentario, Raimundo. Creo que necesitamos repensar la función de los másteres. Y nos resulta complicado. Yo, por ejemplo, le puedo hablar a mis alumnos sobre cómo intentar publicar en revistas de primer cuartil, no sobre "el mundo exterior". Y quien mejor puede hablar sobre el mundo exterior no va a querer venir a enseñar a la universidad por los cuatro chavos que le podemos y queremos pagar.

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